jueves, diciembre 26

Tardes de Diciembre.

Es Navidad. No llueve, pero hace un frío que pela.
Las luces del puerto se encienden nada más dar las ocho, y los garitos comienzan a llenarse tras una intensa tarde de compras. Los niños corretean de aquí para allá mientras sus madres charlan y toman café. Yo sigo el panorama desde un banco, con un cartucho de castañas y un chocolate de mi cafetería preferida. 
Miles de parejitas pasean de la mano enamoradas; desde las más jóvenes hasta aquellas con mayor experiencia. Recorren las calles ilusas disfrutando su amor, y yo no puedo evitar sentir una envidia descomunal. Le doy un sorbo al chocolate y empiezo a recordar lo que era sentirse así: querida.
Recuerdo la última vez que estuve con alguien, la vez que paseé de su mano como lo hacen todas esas parejitas. Me entran escalofríos tan solo recordarlo. Hacía ya mucho de eso y, hasta ahora, no me había dado cuenta de lo sola que estoy.
En todo este tiempo me he convertido en alguien fría, distante, que solo tiene ojos para otros vínculos, excepto para el amor, ese amor que muchos necesitamos en más de una ocasión. Tal vez la razón de haberme vuelto así sea que muchas veces he caído a los pies de la persona incorrecta, o el simple rechazo… o tal vez la experiencia me haya dado a entender que la vida en pareja no es lo mío, por ahora. No lo sé. Lo que sí sé es que quiero protagonizar una historia de amor con alguien que verdaderamente esté dispuesto a soportar mi mal genio y sepa cómo actuar cuando mi nivel de arrogancia esté surcando el cielo. Sé que suena muy cursi y no quiero sonar como una princesita de cuento, pero hablo muy en serio. Estoy cansada de vagar con la esperanza de que alguien, un día, decida pasar su tiempo conmigo. Pero, desgraciadamente, ya he pasado por muchas situaciones en las que no he escuchado más allá de un "No podemos estar juntos" o un "Te quiero, pero no". Y, precisamente, de eso es de lo que estoy cansada. De estar ahí para alguien que apenas tiene ojos para mí, de alguien que no entiende que, a veces, ese "vacío interno" se compensa con el amor que una persona te puede aportar.
Pero como ya me he dado por vencida, aquí estoy, hecha un lío por no saber qué rumbo seguir. Con un chocolate ya frío y unas ganas de echarme a correr tremendas. 
Así que mi reflexión y yo nos vamos a casa a descansar y olvidar aunque sea por muy poco tiempo, que vuelvo a pasar otra Navidad sin una mano a la que agarrar en tardes como la de hoy.

1 comentario:

  1. ¡Qué bonito blog! Te sigo. Saludos desde http://millonesdesonrisasinesperadas.blogspot.com.es/

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