martes, enero 7

Alerta roja: corazón roto.

Lo perdimos todo: la compostura, el respeto, y cómo no, el amor. Nos dejamos llevar por una batalla que no acarreó más que daños y prejuicios. Y así, un portazo y un par de maletas sentenciaron el final de aquella historia, aquella que fue nuestra.

En aquel momento odié mi vida, lo reconozco. Estaba hecha un alma en pena, deambulando de aquí para allá con la esperanza de oírte llegar a casa dispuesto a abrazarme. Pero por mucho que lo deseara, tú no ibas a regresar. Te habías ido para no volver.

Poco a poco me acostumbré a tu ausencia, pero no fue nada fácil. Aunque quisiera continuar, por mucho empeño que pusiera, siempre había algo que me recordaba a ti. Algo. Por muy insignificante que fuera.

Con el tiempo aprendí que no podemos vivir a la espera de que ese alguien regrese, aunque duela, aunque apenas queramos aceptarlo. Es así. Esa es la verdad. Y por mucho que nos cueste asumirlo, debemos seguir sin mirar atrás, sin arrepentimientos ni lamentaciones. Ya la vida nos obsequiará con algo mejor, algo que llene ese vacío que resulta insaciable. 

1 comentario: